"Strange days have found us..." cantaban The Doors en los años 60, y hoy esas palabras resuenan más vigentes que nunca. Vivimos en tiempos que parecen sacados de una pesadilla distorsionada: lo absurdo se vuelve rutina, y las promesas de cambio resultan ser la misma estafa, solo con nuevos rostros. En México, Claudia Sheinbaum Pardo ha llegado a la presidencia, pero ¿alguien realmente esperaba una sorpresa? Todo indica que será una figura gris, al servicio de los intereses de quienes manejan los hilos de la llamada "Cuarta Transformación".
De ritos disfrazados y poder sin consecuencias
En este extraño circo, la política parece cada vez más un ritual pagano, donde ceremonias prehispánicas se confunden con santería y narco-satanismo. Los símbolos se multiplican, pero su propósito real es ocultar lo evidente: el poder se ejerce sin escrúpulos, en una danza que combina control, espectáculo y manipulación. La frontera entre lo sagrado y lo perverso se diluye, mientras las élites se arrogan el derecho de dictar la moral pública mientras celebran cultos privados de corrupción.
En México, lo más inquietante no es la falta de justicia, sino la costumbre. Escándalos de narcotráfico, violencia y desapariciones pasan frente a nuestros ojos sin que nadie sea juzgado. Todo se olvida o se perdona en la neblina de la impunidad.
Estados Unidos: El espejo turbio del norte
Mientras tanto, al norte del Río Bravo, los excesos de poder se exhiben como si fueran parte del guion de una serie decadente. Escándalos de pedofilia, abuso sexual y consumo desmesurado de drogas emergen desde las más altas esferas del gobierno y la industria. Pero, ¿será tan diferente de lo que ocurre aquí? En México, no faltan los rumores sobre vínculos turbios entre políticos y organizaciones delictivas, pero, a diferencia de Estados Unidos, aquí todo parece diluirse sin consecuencias. El escándalo se disipa, el tiempo borra los rastros, y los culpables se reciclan en los pasillos del poder.
¿Un cambio real o todo sigue igual?
Tanto en México como en Estados Unidos, la política se disfraza de transformación, pero ¿qué cambia realmente? La llegada de una mujer a la presidencia, ya sea aquí o allá, parece más un juego simbólico que un cambio verdadero. El sistema se ajusta lo suficiente para dar la apariencia de progreso, pero las estructuras que mantienen el control siguen intactas. Todo cambia para que todo siga igual.
Los días extraños que cantaba The Doors no son solo una metáfora del pasado: son el presente que vivimos. Entre rituales vacíos, figuras grises y escándalos sin justicia, la pregunta que queda es: ¿cuánto más estamos dispuestos a tolerar?
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